viernes, diciembre 08, 2006

SEGUNDA NOCHE, UNA NUEVA AMIGA



Lo del primer encuentro estuvo bien, como análisis general debo decir que me sentí bien. Le vi feliz o al menos tranquilo, volvía a ser el chico que yo conocí y eso me tranquilizaba. No creí poder sentir ni la mitad de esa paz, pero a pesar de un sentimiento contradictorio con esencia de tristeza y ápices de nostalgia, me sentía bien y tenía la extraña sensación de que todo había pasado, tal y como lo había hecho por alguna extraña razón.

Hasta ahí perfecto, pero después de esa primera noche, llegó la segunda y con ella una llamada en la que quería quedar para presentarnos a su novia, a su prometida, a quien iba a casarse con él, a quien había conseguido reconvertirle en el chico que yo conocí.

Y sinceramente con las dos tazas de café del día anterior era suficiente, el chocolate con su novia se me hacía espeso, casi una masa compacta que se me quedaba un poco atragantada y no me apetecía probar… pero como hay cosas que hay que hacerlas porque hay que hacerlas…

Mismo bar, ese cualquiera de la noche anterior, mi amiga y su amiga a mi lado, más de diez minutos esperando, tal tensión que creí que iba a desmayarme y por fin, ellos. Entraron como dos amigos, ni dados de la mano, ni poniendo caritas… él más nervioso y ella dubitativa y observadora.

Saludos de recién conocidas y una conversación que coge carrerilla, que vuelve a instalarse en el pasado, en esos momentos que tanto se me clavan… De nuevo, mi silencio es más pronunciado que el de mi amiga y su amiga, incluso que el de la prometida… aunque el silencio de él es mayor que el día anterior. Noto como esta vez es él quien busca mi mirada de reojo, me reta a la batalla, pero esta noche no soy capaz de luchar porque siento que he perdido una guerra.

Pasa una hora, y otra… hablo más, parece que me suelto, pero no, mido mis palabras y por el tono de la conversación, por su manera de expresarse y los silencios que nos separan, deduzco que ella no sabe nada, somos sus dos amigas, sólo eso y por eso estamos invitadas a su boda.

Después de tres largas horas, y muchas cervezas de los tres y ninguna mía, aunque hubiera podido beber toda una bodega, llega el momento de irnos. Pero aún es pronto, él quiere marcharse, pero ella y mi amiga y su amiga están animadas… yo no opino. Proponen ir a otro bar, y yo les sigo. De nuevo mi silencio, pero siempre escondido por sonrisas, incluso carcajadas que muchas veces esconden mi temor a que se descubran momentos pasados.

De pronto siento que me cae bien, que aquella chica es buena y le quiere y ha luchado por él, y supongo que se le merece y por eso se van a casar. Y yo por primera vez deseo que sean felices.

La noche sigue animada y proponen cambiar de aires, yo no he bebido, así que yo conduzco… En una conversación en la que no termino de escuchar, porque no dejo de pensar, pero termino aparcando detrás de su coche, bajando y subiendo cuarenta y ocho escalones que separan la acera de la calle, de su habitación conyugal… pasando por un sótano a medio construir, con una barra de bar; por la cocina, un baño, el salón y el cuarto de estar; una terraza, dos habitaciones más y otro cuarto de baño…

Y cuando a penas soy consciente de dónde y con quién estoy, conduzco camino de otro bar cualquiera con la música más alta y posibles caras conocidas, mientras tengo en el asiento trastero a la prometida y a él. Mi amiga y su amiga comienza una conversación, pero yo no la sigo, sólo conduzco y pienso, y él sólo habla en silencio.

Llegamos y nos reímos, hablamos, escuchamos música, ellos siguen bebiendo y yo observo más que nunca. Y de repente allí, con la música alta, el humo y el ambiente me elevo y siento que han vuelto aquellos momentos. Le miro y me sonríe, y comprendo que él también lo siente… No pasa nada, no hay nada malo, nadie se da cuenta y hay tanta inocencia en aquellos momentos que nadie podría culparnos ahora.

Mi amiga y su amiga, se hace también amiga de la prometida… que también es mi amiga, a pesar de una distancia invisible que no sé muy bien si es más suya o más mía.

Y sin darnos cuenta, nos quedamos solos y la tensión crece sin que pueda dominarla… y me mira y le miro, y debo confesar que le beso aún sin acercarme, pero como despedida… y él mientras tanto sólo me mira. Volvemos a quedarnos solos, me siento incómoda, pero no puedo abstraerme estando a su lado, y esta vez se acerca y me dice al oído que pase lo que pase, aquello que me dijo donde y cuando sólo los dos sabemos, será verdad el resto de su vida.

Una lágrima se me escapa y la prometida más achispada que mi amiga y su amiga, ríe sin saber más de lo que puede intuirse con sólo mirar su cara.

Termina la fiesta, termina la segunda noche tan fría… Y ya en el coche, cuando escucho una conversación que ni me importa, ni me anima… ella dice: “y porqué no se la acercó nadie? Y él contesta: “porque estaba conmigo”.

El silencio y el frío me queman las manos, aunque en cuestión de segundos todo está arreglado… estaba conmigo hablando, sólo estaba conmigo… Y sin ser verdad, tampoco era mentira. No se le da más importancia y enseguida llega la despedida, y desde la parte de atrás él se acerca me acaricia la cara mientras se despide con dos besos que marcan que el pasado siempre será pasado.

Y de aquí, hasta antes de la boda supongo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Y sinceramente con las dos tazas de café del día anterior era suficiente, el chocolate con su novia se me hacía espeso. "<----Esta frase es cojonuda, en serio. ME HA ENCANTADO.
Joder, que historia me la he ido leyendo en el orden bueno. No podia parar. Que bonito que te dijera esa frase, al menos sabes que sigues siendo especial. Que bonito., Creo que haberlo leido es mejor que una conversacion, porque conociendote lo habrias contado todo de coña y con tus super muecas.
Me alegra que todo haya salido bien. Ahora solo queda la boda..